Tuesday, January 24, 2006

Vamos al mar.



Cuando miramos el mar, nos damos cuenta de lo pequeños que somos.
Y aún sintiendo eso, al contemplar los oceanos, sentimos que estamos más vivos que nunca.
Sentimos la humedad en nuestras caras, sentimos el olor inconfundible, y ese sonido que solo el mar sabe hacer.
Pensamos en las personas que contemplaran en esos mismos instantes, el mar desde otro lugar... desde otros continentes.
Pensamos en lo que sería ver la profundidad, el pasar rozando con nuestros dedos, la arena que se posa en el fondo.
Como si pudiéramos volar, pero bajo el agua.
Imagínate esto, con los ojos cerrados:
No sentir ni frío ni humedad.
Estar como si siempre hubieras podido respirar bajo el agua.
Despojarte de tus vestiduras, caminar adentrándote en el mar.
Notando como tu pelo, es manejado por el movimiento del agua.
Y como el oleaje mece todas y cada una de las partes de tu cuerpo.
Cerrar los ojos y notar todas esas sensaciones.
Para después abrirlos... contemplar tus manos mientras cogen lentamente, un puñado de tierra del fondo.
Abrir el puño, dejando escapar hasta el último grano de arena, mientras abres los brazos como queriendo abarcar todo lo que te rodea.
Queriendo fundirte con esa maravilla que te rodea, hasta donde te alcanza la vista.
Deseando poder oir en la vida diaria, el latido de tu corazón, tal y como lo escuchas bajo el agua.
Parece que fuera el único sonido del mundo.
Y no sentir el transcurrir del tiempo, ni las prisas, ni las comparaciones...
Sólo estar sintiendo, sentir eternamente.

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