Friday, February 10, 2006

Las cúpulas.


No tuvo ganas de levantarse en toda la mañana, a pesar de que estaba ansioso por salir a la calle.
Sabía que al medio día, sería la inauguración de tres nuevos edificios en la ciudad. Pero tenía el presentimiento, que no serían unos edificios corrientes.
Había oido hablar en voz baja a los mayores; decían y murmuraban, que aquello iba a ser algo muy bonito para los niños del lugar. Decían: ¡una dulce sorpresa!
Y cuando llegó la tarde, algo le hizo tirarse de la cama y vestirse rápidamente.
Entraba por su ventana, un olor muy agradable. Ese olor, le recordaba a cómo olía la ciudad, cuando los feriantes llegaban.
Correteo por las calles, hasta llegar a una explanada, desde donde se divisaban los nuevos edificios.
Se detuvo a contemplarlos, un tanto atónito.
Ya había descubierto, cual era la que llamaban la "dulce sorpresa".
Habían construido unos majestuosos templos, con las cúpulas hechas de azúcar.
Ya comprendía todo. Ese era el olor que percibió estando en la cama; era el olor del azúcar al tostarse con el calor del sol. Por eso relacionaba ese olor con los feriantes: siempre que podía, compraba algodón dulce en la feria.
Se quedó contemplando aquella imagen de la ciudad y no deseo vivir en ningún otro sitio, que no fuera aquel.
Un lugar que parecía haber sido creado, para que todos vieran sus sueños cumplidos.



Acrílico de Nicoletta Tomas Caravia.

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