
Todas las mañanas, estaba acostumbraba a despertase bastante triste y sin razón ninguna ni aparente.
Se sentía tan sola, que casi sentía como si le doliera el alma.
Se reconocía oliendo el pijama de sus niños, que estaban aún sobre sus camas. Y ese solo gesto, le hacía que con cerrar sus ojos, le fuera posible el verles. Pero en realidad, estaba totalmente sola en casa. En muchas ocasiones, se solía poner la música bien fuerte, para no escuchar la soledad.
Solía levantarse, pensando en lo que haría durante las largas mañanas de invierno. La casa, le parecía demasiado triste y solitaria sin nadie que la acompañara o que hablara con ella.
Así que casi siempre, y sin poder encontrar algo que le hiciera llenar el tremendo vacío que sentía, se volvía a meter en la cama. Con la esperanza de que el tiempo pasara mas rápido y así, ocuparía su tiempo. Ya que no encontraba la motivación que le hiciera, estar despierta durante toda la mañana.
Siempre, solía ponerse el despertador, para no despertarse demasiado tarde y que le diera tiempo a hacer las tareas de casa, antes de marchar hacia su trabajo.
Y algunas veces, cuando sonaba la alarma, sentía que estaba tan cansada o desanimada que volvía a poner el despertador, un ratito más tarde. Agotando hasta el último minuto.
Después, se levantaba y le daba el tiempo justo de recoger la casa. De preparar la comida para su familia y prepararse para salir hacia el trabajo.
Su marido, siempre le decía que ella no comía demasiado bien. Pero a ella, no le gustaba mucho el hecho de tener que comer, también sola. Para ella, la hora de comer perdía el aliciente. Tan solo comía por mera necesidad física. Hasta en esos momentos, se sentía tremendamente sola.
En cuanto llegaba su hijo pequeño del colegio, ella le decía desde que aparecía por la puerta hasta que ella se marchaba a su trabajo, lo mucho que lo quería. Él en su normal ignorancia, no percibía que ella necesitaba el contacto con él. Aunque este adorable enano, siempre le respondía diciéndole lo mucho que él también la quería a ella.
Marchaba hacia su trabajo, escuchando música en el coche. Siempre, la música había sido la única cosa que siempre la acompañaba.
Y cuando estaba en su lugar de trabajo, le gustaba escuchar a gente a su alrededor. Y sobre todo, participar en conversaciones, en las que sus compañeras la adentraban. Pero, continuaba sintiendo un vacío. El silencio que provoca la ausencia de una verdadera amistad. De esa amistad incondicional que tanto añoraba.
Al llegar la noche y a la salida de su trabajo, sentía que había logrado pasar otro día mas. Aunque también sentía cierto pesar, por no saber vivir de otra manera el tiempo que pasamos en este mundo. Cuando tenía previsto algo que se salía de lo habitual de su vida, sentía que pasaba mejor los días. Pero sabía, que no siempre tenemos expectativas de cosas difetentes en nuestras vidas. Y hasta en los momentos que se divertía o era algo más feliz, se sentía algo reacia a sentirse así. Porque no quería confiarse demasiado en aquella fugaz felicidad. O tal vez, para no echar tanto de menos, el estar acompañada cuando no lo podía estar
Desearía que una mañana, algo le haga descubrir aquello que hace que muchas personas, estén contentas de ver una fría mañana de invierno. Y que no desee el perderse, ni un minuto de su prestada vida. No por el hecho de hacer algo diferente al resto de los días... si no por aprender, simplemente vivir.
Acrílico de Nicoletta Tomas Caravia.
No comments:
Post a Comment