
Sin pretenderlo, hacemos castillos en el aire.
Castillos en los cuales, distribuimos por cada una de sus habitaciones, nuestros sueños y deseos por cumplir.
Y la gran mayoría de veces, lo hacemos dejándonos llevar por esos sentimientos. No hace falta que nadie nos aliente a tenerlos.
Simplemente, están en nuestro interior. Y aunque sepamos que no debemos o que no lograremos lo que ansiamos, los dejamos salir de nosotros y ocupar este castillo.
Lo malo, es cuando nos damos cuenta de que esas habitaciones no debían ser ocupadas, ya todo el suelo está hecho de cristal.
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